viernes, 10 de enero de 2014

Objetivos, taxonomía y competencias

Adaptación del  Prof. Gustavo Hawes B[1]

1.      Presentación

En este documento se presenta una propuesta que busca instalar relaciones entre dos conceptos actualmente en conflicto en la discusión y las prácticas pedagógicas universitarias. Se trata de las distinciones y eventuales oposiciones entre objetivos y competencias. Se plantean dudas acerca de la conveniencia de un currículum orientado a competencias, toda vez que el modelo de objetivos educacionales ha resultado bien hasta la fecha. ¿Por qué cambiar? ¿Existe alguna razón de fondo, aparte de las necesidades de la empresa de disponer de trabajadores más calificados, que demande un giro tan notable en la formación profesional?

Una segunda pregunta, que se plantea a partir de la anterior es la referida a la transición desde el modelo de objetivos educacionales a un modelo de competencias, sin establecer rupturas sino que encontrando la articulación entre una propuesta valiosa, como la de los objetivos educacionales, con otra igualmente valiosa y más apropiada a las circunstancias actuales, como la de la orientación a competencias. Esta doble distinción y articulación permiten visualizar que no se trata de giros copernicanos sino de evidenciar algo que ha estado presente históricamente en la formación de algunas profesiones.

En tercer lugar, se examinan las destrezas cognitivas, sobre la base del planteamiento de Bloom. En esta misma sección se aportan sugerencias en relación a una posible taxonomía de las actuaciones, pensando –naturalmente- en el proceso formativo y la transición desde un modelo centrado en la adquisición de contenidos a uno centrado en la habilitación en competencias profesionales.

En el marco de los procesos de cambio e innovación que se están llevando a cabo de manera masiva en el medio universitario, tanto nacional como extranjero, aparecen algunas afirmaciones que deben ser tomadas “cum grano salis”, con cierta precaución, puesto que pueden ser leídas en términos inapropiados e incorrectos.

Una primera confusión es pensar que un modelo centrado en competencias deja afuera y en la historia todo el movimiento de los objetivos educacionales y, con éste, todo lo relacionado con la propuesta de una pedagogía de los objetivos. Asociado a esto, se entendería que los aportes teóricos y prácticos de la taxonomía de los objetivos educacionales de Benjamín S. Bloom ya están obsoletos y no es necesario considerarlos al momento de planificar la acción docente.
La segunda confusión es aquella que proviene de pensar que las competencias tienen que ver con saber hacer cosas, ser eficaces y eficientes en la ejecución de un conjunto de tareas –más o menos complejas-, lo que haría poco relevante la formación científica de base.


2. De los objetivos a las competencias profesionales.

En relación a lo primero, podemos pensar que el modelo de competencias no se opone radicalmente al modelo de los objetivos, si bien se distingue del mismo y lo amplía. También tenemos conciencia que esta “ampliación” del modelo de objetivos debería acarrear una reconcepción de objetivos y competencias, a nivel epistemológico y pedagógico.

La tabla a continuación pretende sintetizar el giro evolutivo desde un modelo a otro.

OBJETIVOS EDUCACIONALES
COMPETENCIAS
Orientados cognitivamente:
Su foco está en la adquisición de unidades de información y su procesamiento por la vía de destrezas intelectuales superiores (comprensión hasta evaluación en el modelo de B.S. Bloom). No hay una consideración explícita ni articulada de otras expresiones de la acción humana como, por ejemplo, las emociones.
Orientadas a la complejidad del comportamiento
humano:
El foco formativo está puesto sobre la habilitación en formatos y esquemas de actuación profesional, en cuyo marco adquiere relevancia y sentido el dominio de unidades de información y su procesamiento.
Descontextualizados:
Los objetivos educacionales, en el marco teórico en el cual existen, se encuentran desconectados de las situaciones reales de las profesiones o disciplinas. Un supuesto –que eventualmente sería una ventaja de ser cierto- es que entre la teoría y la práctica hay una comunicación débil y unidireccional. Por débil entendemos que la práctica no sería necesaria para lograr un buen nivel de habilitación profesional. Por unidireccional, la convicción que la práctica requiere de la teoría, por lo cual (a) se ubica al final del proceso formativo y (b) no tiene nada que aportar al saber teórico. Esto corresponde al enfoque más bien positivista que propone Mario Bunge al hablar de los principios nomopragmáticos.
Contextualizadas:
Las competencias siempre están formuladas en términos de una actuación en un contexto, asociada a estándares de logro que deben ser cumplidos. Los contextos aportan a la significación de los aprendizajes por parte de los estudiantes, generando instancias de aproximación creciente a la práctica autónoma de la profesión desde los primeros semestres.
Finalmente, la evaluación en los contextos reales de la profesión da sentido y significado a los aprendizajes de los estudiantes.
Conductismo implícito
La propia concepción de los objetivos educacionales y su redacción se orienta a la producción de conductas en los sujetos, homogéneas y convergentes. El conductismo radica no sólo en el sentido de la convergencia sino que en la concepción radical del estímulo respuesta, donde el primero proviene del docente, mientras que a los estudiantes corresponde la respuesta.
Este enfoque hace invisibles y anula los saberes previos que no se conforman a los saberes oficiales que se transmiten.
Constructivismo explícito.
La concepción de competencia que sostenemos lleva consigo en su propio enunciado la exigencia de la construcción de saberes, especialmente las síntesis integradas de saberes de múltiples orígenes y características, que convergen en la propuesta de solución que hace el profesional enfrentado a un problema. Esta aproximación demanda respuestas originales frente a cada problema, si bien se basa en la noción de esquemas operacionales implícitos, que son los que efectivamente guían la actuación del sujeto; por cierto, estos esquemas operacionales llevan implícita la consideración del contexto y de la pertinencia de las soluciones que se propongan.
Productos homogéneos.
La homogeneidad esperada está explícita en el enfoque del examen único con respuestas correctas únicas.
Se entiende que medir a todos los sujetos con la misma vara y la misma unidad de medida es un acto de justica puesto que no se discrimina a nadie. Por otra parte, este énfasis homogeneizador niega las posibilidades de actuaciones divergentes y correctas a la vez, o nociones alternativas de lo correcto, o las lecturas diferenciales que hacen los sujetos desde sus propias culturas e historias de vida.
Productos heterogéneos tanto como homogéneos.
El modelo orientado a competencias admite realizaciones heterogéneas tanto como homogéneas. Respecto de las primeras, porque lo que se busca no es la realización específica sino que una que revele la existencia de un patrón o esquema de acción interno que, finalmente, viene siendo el auténtico aprendizaje.
Esta mirada demanda a la evaluación y a los docentes que evalúan, cambiar a una doble perspectiva, a saber: (a) aquello que efectivamente logran los estudiantes (realización o producto observable o evidente), y (b) aquello que se infiere a partir de esa evidencia, que vendría siendo el auténtico aprendizaje.
Asociados a destrezas intelectuales.
Habitualmente los objetivos educacionales se refieren a destrezas intelectuales o “cognitivas”. De manera ocasional se encuentran expresiones ligadas a cuestiones de orden afectivo o motor. En el marco de la enseñanza la prioridad la tienen los logros intelectuales, que se rigen por taxonomías como la de B.S. Bloom. Como tales, los objetivos son abstractos, es decir, carecen de contexto en cuyo marco adquieran significado. En cuanto formulaciones abstractas dan paso a enseñanzas descontextualizadas y, por cierto, a formatos evaluativos igualmente abstractos, fraccionarios.
Asociadas a actuaciones profesionales.
Las competencias se orientan a las actuaciones profesionales que, por definición, son concretas, situadas e individualizadas. Cada situación problemática tiene su componente de originalidad, de donde un modelo puramente abstracto no es viable.
Por otra parte, se trata de situaciones complejas y multidimensionales, que exigen del sujeto la movilización no sólo de sus contenidos de conciencia de tipo cognitivo-intelectual, sino que de todos sus potenciales ético-afectivos, motores, procedimentales, actitudinales, corporales, en fin, el conjunto de los recursos internos, así como los externos. Todo esto, con el propósito único de resolver un problema significativo de la profesión.



3. Taxonomía de los objetivos educacionales
El aporte más conocido a la clasificación de los objetivos educacionales propuesto por Bloom, B.S. y colaboradores que en 1956 publica el primer volumen de su obra “Taxonomía de los objetivos educacionales. Vol. 1: Dominio Cognitivo”. A este siguen el relacionado con el campo afectivo y, finalmente, el del área psicomotora.

Sin embargo, es el primero el que recibe la mayor atención y se convierte en un referente para la elaboración curricular, para la programación y la evaluación.

La clasificación propuesta por Bloom y sus colaboradores es de origen empírico, sin un modelo teórico de respaldo; fue construida a partir de la recolección y examen de alrededor de 50.000 objetivos que se proponían los docentes norteamericanos a mediados del siglo 20. Este dato releva dos puntos, a saber: la ausencia de un modelo teorético que permita organizar y dar sistematicidad a la selección; y en segundo lugar, han pasado más de 60 años y en este tiempo sólo han cambiado las cosas, y de modo particular la forma en que las personas se relacionan con la realidad, con el conocimiento, entre ellas mismas. De aquí surgen dos preguntas, a saber: ¿puede asociarse esta clasificación a un modelo teórico como el socioconstructivismo? Y ¿qué nuevas demandas se ponen al conocimiento a la luz de la situación actual?

A inicios de los 2000, Anderson y Krathwohl revisan la taxonomía de Bloom y la modifican, introduciendo las variantes que se señalan a continuación y se representan gráficamente.




4. Transitando hacia la competencia
¿Es posible re-concebir la taxonomía de Bloom en clave de competencias? Sería posible considerando las actuaciones a partir del concepto de enacción que desarrolla Francisco Varela; – en otras palabras, cómo hacer evidentes las acciones o actuaciones que dan cuenta de este aprendizaje a la vez que del logro del mismo.

Las propuestas básicas de F. Varela señalan que si bien existe un mundo donde las cosas en cierto modo estarían “predefinidas”, las vidas de los seres humanos y lo que acontece en ellas no está predeterminado, no está predefinido ni dado, sino que en cierta manera son impredecibles.
Por otra parte, sostiene Varela que el conocimiento no es una mera representación de una realidad externa y objetiva, sino que nace de quien experimenta el “conocer”, esto es, de la interacción entre el sujeto y su entorno.

En otras palabras, el conocimiento es ontológico, puesto que el cognoscente y lo conocido se relacionan entre sí, se determinan uno a otro y surgen simultáneamente: es decir, el sujeto se constituye como tal frente al objeto, e inversamente, el objeto es tal solamente frente a un sujeto que lo pone como objeto en la relación.

Así las cosas, la cognición no sería más un elemento que enfrenta y resuelve los problemas a través de la representación, sino que pasa a ser un sistema (más que un elemento) que tiene en consideración la actividad entre elementos que interactúan o se interrelacionan entre ellos en el decurso de una historia vivida específica.

Estos conceptos podrían darnos la clave para transitar conceptualmente hacia la competencia, entendida como saber actuar de manera pertinente en contextos. De esta manera, una primera competencia clave sería la de aprender: “saber aprender de manera apropiada en contextos…”. Pero, correlativamente necesitamos una competencia docente como “saber enseñar de manera apropiada.



[1] Profesor. Académico del Departamento de Educación en Ciencias de la Salud. Facultad de Medicina, Universidad de Chile

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