viernes, 10 de enero de 2014

LA DIDÁCTICA COMO CIENCIA DE LA EDUCACION

PUNTO DE PARTIDA Y DE LLEGADA: APRENDER A ENSEÑAR Y ENSEÑAR A APRENDER.

Si hubiese que resumir en una frase cuál es uno de los cometidos fundamentales del profesor, ésta sería: «enseñar a aprender”  a los estudiantes, con el fin de que aprendan a aprender y a pensar». Para ello, el profesor debe saber enseñar a aprender, es decir, uti­lizar las estrategias de enseñanza que conduzcan al estudiante en esta dirección.

¿Por qué hay que enseñar a aprender?

No nacemos sabiendo aprender ni sabiendo estudiar. En cual­quier profesión, antes de ejercerla, hay que aprender los conteni­dos y las estrategias para desempeñarla bien. ¿Por qué no hay que hacer lo mismo con la profesión de «estudiante»? ¿Cómo va a aprender quien no sabe hacerlo porque no le han enseñado? ¿Cómo un profesor de Inicial, Primaria, o Secundaria, puede mandar estudiar su área si antes no les ha enseñado a estudiarla, es decir, a aprenderla.

¿Por qué los procedimientos o estrategias de aprendizaje y los valores, actitudes y hábitos tienen, al menos, la misma importancia que los conceptos?

Si no sabemos cómo aprender (procedimientos), no aprenderemos lo que debemos aprender, y si nuestra conducta no se adecua a unos criterios morales claros y rectos, de nada sirve saber mucho y saberlo aprender, porque utilizaremos mal nuestra libertad y pisotearemos la dignidad que nos corresponde como personas. 


HACIA UNA METODOLOGÍA OPERATIVA Y PARTICIPATIVA
Lo importante no es que los profesores «enseñen», sino que los alumnos «aprendan». Ningún profesor enseña bien si sus alumnos no aprenden. La sociedad, o los pa­dres, pagan a los profesores para que los estudiantes aprendan, lo que obliga a aquéllos a buscar los métodos de enseñanza que mejor promuevan el aprendizaje; y hoy por hoy, los datos existentes al respecto están a favor de los métodos operativos y participativos.

Nadie aprende lo que no quiere aprender, y si el aprendizaje está en función sobre todo de aquello que elabora uno mismo, es obvio que interesa utilizar métodos activos en los que los alum­nos soporten fundamentalmente el peso en las situaciones de enseñanza-aprendizaje. Importa, pues, más lo que hace el alumno que lo que hace el profesor. Si en un método de enseñanza la acti­vidad la lleva predominantemente el profesor, es éste quien de verdad aprende, y no el alumno. Sin embargo, si la actividad la ejecutan sobre todo los escolares (orientados, ayudados y motiva­dos por el profesor), son éstos quienes más aprenden, que en defi­nitiva es el fin que se persigue.



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